AYER ENCONTRADO LLORÓ

"Y lo nuevo aquí aconteció fue que él dejó resbalar por la cara unas cuantas costosas lágrimas, hace mucho tiempo que andaban ahí represadas, siempre a punto de derramarse, finalmente estaban prometidas para esta hora triste, para esta noche sin luna, para esta soledad que no se resigna. No tuvo novedad alguna, porque ya había sucedido otra vez en la historia de las fábulas y de los prodigios de la gente canina, que se acerca Encontrado a Cipriano Algor para lamerle las lágrimas, gesto de consolación suprema que, en todo caso, por muy conmovedor que nos parezca, capaz incluso de tocar los corazones menos propensos a manifestaciones de sensibilidad, no nos debería hacer olvidar la cruda realidad de que el sabor a sal que en ellas está tan presente es apreciado en grado sumo por la generalidad de los perros. Una cosa, sin embargo, no quita la otra, si preguntamos a Encontrado si es la sal la causa de que lamiera la cara de Cipriano Algor, probablemente nos respondería que no merecemos el pan que comemos, que somos incapaces de ver más allá de la punta de nuestra nariz. Así se quedaron más de dos horas el perro y su dueño, cada cual con sus pensamientos, ya sin lágrimas que uno llorase y otro secase, quién sabe si a la espera de que la rotación del mundo volviera a poner todas las cosas en sus lugares, sin olvidar algunas que todavía no han conseguido encontrar sitio."

En octubre de 2003 mi primer curso autogestionado fue La caverna: de Saramago a Platón - un recorrido filosófico, a partir de la novela La caverna, de José Saramago. La obra, con explícitas referencias a la famosa alegoría platónica, narra las vicisitudes de Cipriano Algor, un alfarero que a los 64 años de edad se queda sin trabajo. Otros de los personajes entrañables de esa obra son su hija Marta, su yerno Marcial, y un perro al que adopta y pone el nombre de Encontrado.

Ayer Encontrado lloró. Y yo también.

Marta Abergo Moro
19 de junio de 2010

 

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