"El que no sabe llevar su contabilidad por espacio de
tres mil años se queda como un ignorante en la oscuridad
y sólo vive al día." Goethe
Mitos
de ayer para pensar y actuar hoy
Relatos
anónimos, transmitidos en forma oral de generación
en generación, que se hunden en el pasado remoto de la
humanidad intentando, a través de un juego de realidades
e irrealidades, comprender y transformar la vida.
EL HILO DE ARIADNA Y EL LABERINTO
Según
el mito griego, Ariadna, enamorada
de Teseo, decidió ayudarlo a matar al Minotauro, monstruo
con cabeza de toro que habitaba el laberinto
de Creta y que cada nueve años devoraba los siete muchachos
y siete doncellas atenienses que le eran enviados como tributo.
Ariadna entregó a Teseo un ovillo de hilo mágico
que le permitió, tras encontrar al monstruo y darle muerte,
encontrar el camino de regreso y salir del laberinto.

Croquis de laberinto copiado de una antigua moneda
cretense
Sobre
las circunstancias históricas reflejadas en este mito,
consultar §§ 95-104 de Los mitos griegos de
Robert Graves.
Escribió Bachelard sobre el laberinto:
“…Amante
de los bosques, yo no recuerdo haberme perdido. Uno teme perderse
sin haberse jamás perdido. […] Es esta situación
típica de estar perdido la que reavivamos en el sueño
laberíntico. Perderse, con todas las emociones que esto
implica, es, pues, una situación manifiestamente arcaica.
A la menor complicación – concreta o abstracta –
el ser humano puede reencontrarse en esta situación. […]
Mas la pesadilla del laberinto totaliza estas dos angustias y
el soñador vive una extraña vacilación: duda
en medio de un camino único. Deviene materia titubeante,
una materia que dura vacilando. La síntesis que es el sueño
laberíntico acumula, parece, la angustia de un pasado de
sufrimiento y la ansiedad de un porvenir de desdicha. El ser está
preso entre un pasado bloqueado y un porvenir obstruido. Está
aprisionado en un camino. En fin, extraño fatalismo del
sueño del laberinto: quizás uno vuelve al mismo
punto, pero jamás retorna sobre sus pasos. […]
En la práctica de la exploración de cavernas complicadas,
se usa desenrollar un hilo que guiará al visitante en su
viaje de regreso. Bossio, queriendo visitar las catacumbas bajo
la Vía Appia, se proveyó de un ovillo de hilo tan
grande como para guiar un viaje de muchos días bajo la
tierra. Gracias a la simple guía del hilo desenrollado,
el viajero tiene confianza, está seguro de volver. Tener
confianza es la mitad de la exploración. Es esta confianza
la que simboliza el hilo de Ariadna.
Un hilo en una mano y en la otra una antorcha,
Él entra, se confía a esas numerosas bóvedas
Que cruzan en todos los sentidos sus rutas tenebrosas;
Ama ver este lugar, su triste majestad,
Este palacio de la noche, esta sombría ciudad,
escribe el abate Delille a propósito del laberinto de las
catacumbas. […]”
Bachelard,
Gaston (1884-1962), La terre et les rêveries
du repos, Cap. VII, Librairie José Corti, France,
1997. [traducción mía]. Hay edición en castellano
(La tierra y las ensoñaciones del reposo).
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