¿De dónde provendrían las extravagantes ideas de Anaximandro?

De los llamados “presocráticos”, Anaximandro (ca. 610 – 547 aC), también de Mileto, es quien acaso presente las ideas más asombrosas, a juzgar por los fragmentos que nos han llegado. Se nos cuenta que proponía como principio (arché) algo indeterminado: to apeiron, infinito, eterno, indestructible. Este principio habría dado lugar a diversos mundos que se disolvieron en lo indeterminado. Las diversas transformaciones concluían en un retorno al principio informe, que es el que impone así la igualdad esencial de todas las cosas, en una suerte de justicia inmanente natural. La separación de los contrarios (calor-frío, húmedo-seco) se producía por un movimiento de rotación o torbellino.

En cuanto a su cosmovisión, la siguiente es la reconstrucción que hace Arthur Koestler en Los sonámbulos:

"La tierra es una columna cilíndrica rodeada de aire. Flota verticalmente en el centro del universo, sin apoyo alguno pero no cae porque, hallándose en el centro, no hay dirección hacia donde pueda inclinarse. Si ello ocurriera se perturbarían la simetría y el equilibrio de todo. Los cielos esféricos encierran la atmósfera ‘como la corteza de un árbol’, y hay varias capas de esta envoltura para que se acomoden en ellas los diversos objetos estelares. pero éstos no son lo que parecen ni, en modo alguno, “objetos”. El sol es tan solo un hueco situado en el borde de una gigantesca rueda. El borde está lleno de fuego y, cuando gira alrededor de la tierra, también lo hace el hueco, un punto del gigantesco borde circular lleno de sus llamas. De la luna se da análoga explicación: sus fases resultan de repetidas detenciones parciales del agujero; y así se producen los eclipses. Las estrellas son como agujeros hechos con alfileres en una sustancia oscura, a través de la cual percibimos un atisbo del fuego cósmico que llena el espacio entre dos capas de la ‘corteza’.”

Benjamín Farrington (Mano y cerebro en la antigua Grecia) completa la descripción de este modo:

“El cuadro resultante era en verdad extraño: se consideraba a la tierra como un cilindro corto que flotaba en el mar. Rueda de fuego giraba a su alrededor en el plano de la elíptica. Los cuerpos celestes eran orificios en los tubos de niebla, por los cuales escapaba el fuego. Los eclipses se producían por la obturación de esos tubos. En este cuadro, a la vez tan grandioso y tan rústico, los intérpretes no han dejado de advertir muchos conceptos derivados de las técnicas. Los mitólogos anteriores habían imaginado al sol como una rueda, y concebían al dios del sol conduciendo su carroza a través del cielo. También ellos habían recogido una sugerencia de una técnica, pero estaban consagrados primordialmente a honrar al dios del sol. Como los reyes, los dioses debían también viajar en carroza. Pero Anaximandro no asoció el movimiento del sol al de la rueda de la carroza utilizada para transporte, sino a la acción de una rueda que gira sin cambiar de posición, es decir, de la rueda del alfarero. Al hacer esta sugerencia, la opinión conservadora juzgó no que honraba al dios del cielo, sino que lo abolía. Zeus había sido destronado por un nuevo dios: Dinos o Rotación había ocupado su lugar.
Mucha inquietud sembró esta interpretación tecnicista del universo. De la misma manera, esos chorros de fuego abriéndose paso por troneras, con que explicaba las estrellas, sólo pudieron serle sugeridos por los fuelles de los hornos. No es menos evidente que el plano en el que giran las ígneas ruedas implica el conocimiento del polos, el hemisférico reloj del sol cóncavo que había sido traído de la Mesopotamia.”

En pleno siglo V aC en Atenas, Aristófanes (ca. 450 aC-ca.388 aC), en su comedia Las nubes, le hace decir a Estrepsíades, un anciano campesino en diálogo con Sócrates: “Esto sí que no lo sabía; que Zeus no existe y en su lugar ahora reina Torbellino.” La palabra griega es dine: torbellino, remolino, giro, rotación.

El cosmos según Anaximandro
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